Liderazgo ético al borde del precipicio
Janet Awad Presidenta Fundación Generación Empresarial
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Janet Awad
Las filtraciones de los chats entre el abogado Luis Hermosilla y el ex jefe de la PDI, Sergio Muñoz, que dejaron al descubierto un posible delito de tráfico de influencias por el uso indebido de información reservada, junto con la seguidilla de casos de corrupción municipal que se vienen repitiendo en nuestro país no son solo un reflejo de malas prácticas en el sector público, los municipios o en el sector privado producto de vacíos en la legislación, falta de regulación y fiscalización.
¡No nos equivoquemos! La situación actual -que nos afecta a todos y que amenaza con dañar seriamente nuestras instituciones y la confianza de las personas en ellas- obedece a algo mucho más profundo y preocupante: una ausencia de liderazgos éticos.
“¡No nos equivoquemos! La situación actual -que nos afecta a todos y que amenaza con dañar seriamente nuestras instituciones y la confianza de las personas en ellas- obedece a algo mucho más profundo y preocupante: una ausencia de liderazgos éticos”.
Esto nos debe hacer reflexionar seriamente sobre cómo estamos actuando los líderes en todo ámbito, y cuál es el impacto de nuestro comportamiento en el país mejor que queremos construir.
Para conseguir nuestros objetivos, ¿estamos privilegiando el atajo, el camino fácil y transitamos por la cornisa de lo permitido o incluso vamos más allá? O, por el contrario, ¿nos guían principios y valores de integridad para hacer lo correcto, incluso cuando nadie está mirando? ¿Ponemos el bien común por sobre los intereses personales? La mala noticia es que muy probablemente la percepción de la ciudadanía sobre sus líderes parece estar cruzada por la primera de estas interrogantes.
¿Qué hacer? Debemos pasar con urgencia de los discursos a la acción, y poner toda nuestra energía en transformar la cultura de nuestras organizaciones -sean éstas públicas o privadas, grandes, medianas o pequeñas-, en una cultura basada en la integridad.
Hay al menos cuatro claves para tener éxito en esta titánica tarea: el cambio debe ser promovido desde lo más alto, predicar con el ejemplo, inspirar y alentar al resto a hacer lo mismo y con tolerancia cero ante el abuso y la corrupción; capacitar de forma permanente a todos los colaboradores, reforzando las buenas prácticas y previniendo la ocurrencia de situaciones que amenazan la integridad; poner el acento en los valores e integrarlos a nuestro quehacer y decisiones diarias; y, por último, contar con una gobernanza, códigos de conducta y sistemas de denuncia conocidos por todos.
El liderazgo ético tiene efecto multiplicador y genera grandes beneficios en las organizaciones, en la confianza y en la convivencia social, todos elementos fundamentales para que efectivamente tengamos un país mejor para nosotros y para las futuras generaciones.